Este es el resultado de una investigación, basada en el análisis de la actividad cerebral, mediante resonancia magnética, de un grupo de voluntarios , realizada por un equipo de expertos de la Universidad de California Berkeley, que fue presentada en la conferencia "Sleep 2012", en la Reunión Anual de la Associated Professional Sleep Societies.
 
El estudio, dirigido por Stephanie Greer,  muestra que la falta de sueño hace fracasar a las áreas de decisión de los lóbulos frontales que dejan de ser capaces de elegir los alimentos adecuados.

Otro estudio presentado en Boston, llevado a cabo de una manera similar por Marie-Pierre St-Onge de la Universidad de Columbia en Nueva York, muestra un aumento de actividad en las áreas del cerebro relacionadas con el deseo y el placer: es decir, cuando más sueño tenemos, nuestro deseo se enciende con la visión de de los alimentos poco saludables.

Numerosos estudios han demostrado que si dormimos poco tendemos a comer más, preferimos los hidratos de carbono y las grasas, tendiendo a engordar. Esto se explica en parte por razones hormonales, ya que la falta de sueño reduce la producción de leptina, hormona encargada de la disminución del apetito por estimulación de péptidos anorexigénicos.

Sin embargo, estos estudios tienen en cuenta las dos mitades de la historia: pues comparan la reacción del cerebro de los voluntarios a la vista de los alimentos sanos y la "comida basura", cuando habían dormido lo suficiente y cuando presentaban falta de sueño.

Se ha demostrado que si dormimos poco y nos ponen frente a "comida basura" en el cerebro se activan más áreas de deseo y menos de razocinio por la cual elegimos lo que más nos apetece comer. En la práctica, es como si la falta de sueño nos hiciera sucumbir a los alimentos que más daño nos hacen, ya que se produce una reducción de nuestra capacidad de elección y además un aumento del deseo por la comida poco saludable.