Mi vida sin leche ni lácteos
Por: Vicente Segarra
Mi sorpresa fue grande al descubrir que la leche y sus derivados eran los causantes de todo mi sufrimiento mocoso, la odiosa acidez gástrica, que me obligaba a tomar antiácidos a diario, el colesterol y que además el consumo de lácteos era discutible desde el punto de vista de la salud. La lectura posterior de numerosos artículos científicos me convenció de que, con mi testimonio, otras personas podrían beneficiarse de esta idea mejorando su salud.
Profundizando en el tema descubrí que cada vez un mayor número de especialistas en nutrición cuestionaban el valor de los productos lácteos, al amparo de numerosos estudios que asociaban su consumo con una gran variedad de problemas de salud y que se contraponen al concepto de “alimento básico” que generalmente y culturalmente tenemos de ellos.
Es verdad que aún existe una división en la comunidad médica y científica, con estudios a favor y en contra, igual que sucede en muchos otros ámbitos de la ciencia por lo que es difícil decidir quién está en lo cierto. Pero a mí me basta mi propia experiencia y la existencia de estudios que aportan datos contra el consumo de lácteos. La desaparición de mi exagerada rinitis estacional era más que suficiente para reconocer que esa imagen de “alimento básico” tiene más parte de técnica de marketing que de realidad.
Por otra parte no debemos olvidar que según el origen de la leche, esta posee una formulación especialmente “diseñada” para alimentar a las crías de una especie en concreto y, lógicamente, el contenido de la leche de vaca no es el mismo que el de la leche humana, aunque su aspecto similar nos lleve a pensar que todas las leches son iguales.
La leche humana está adaptada al metabolismo de los bebés humanos y la de vaca al metabolismo de los terneros. El contenido en grasas y proteínas de la leche de vaca resulta excesivo para el ser humano y las proporciones de azucares y sales minerales también son distintas, además este contenido en proteínas, azucares y sales varía en cada fase de la lactancia.
A todo esto cabría añadir que, en la actualidad, casi nadie consume leche directamente de la vaca y todos los productos lácteos que existen en el mercado son tratados con diferentes procesos de conservación y transformación (homogeneización, pasteurización, UHT, etc.)
Muchas personas, a parte de mi, son ya conscientes de que la leche de vaca incrementa la mucosidad produciendo una secreción mucosa espesa y densa, que agrava cualquier proceso respiratorio. La fiebre del heno, la bronquitis, los resfriados, el asma, la sinusitis, el goteo nasal y las infecciones de oído se deben principalmente a los productos lácteos. También son la causa de alergias. Todo esto se pueden comprobar fácilmente si se sufre alguno de estos síntomas, como hice yo, dejando de consumir lácteos .
Para quien quiera profundizar en el tema, un grupo de médicos estadounidenses independientes, el PCRM (Comité de Médicos por una Medicina Responsable), aportan 8 grandes razones basadas en estudios científicos para eliminar los lácteos de la dieta.
¡No me voy a preocupar por el calcio!
Ningún animal salvaje toma leche de otros animales y, a pesar de ello, no suelen padecer deficiencias de calcio. La dieta habitual les proporcionan todos los nutrientes que necesitan para mantener un estado de salud normal.
El problema que tenemos en la sociedad actual es que hemos perdido todo instinto alimenticio y nuestra dieta está tan alejada de lo natural que tomamos una gran cantidad de algunos nutrientes y sufrimos carencias de otros.
El Estudio de Nutrición Cornell-Oxford-China, conocido como Proyecto China, por haber sido realizado en la China continental y Taiwan, fue diseñado para estudiar la dieta, el estilo de vida y diferentes enfermedades a lo largo y ancho de las áreas rurales de China. Mediante la investigación simultánea de enfermedades y hábitos alimenticios, el proyecto generó la base de datos más completa del mundo sobre las múltiples causas de enfermedades. En este estudio se observó que la población china, que tradicionalmente nunca han consumido lácteos, presentan un riesgo muy inferior que el mundo occidental de osteoporosis y fracturas de cadera.
Naturalmente, el hecho de haber renunciado a la leche y los productos lácteos me produce ciertos problemas, pero no de salud, sino de tipo social y psicológico, debéis tener en cuenta que los derivados lácteos se utilizan en la industria alimentaria de forma intensiva, forman parte de la cultura de este país y además forman parte, sin que seamos conscientes de ello, de infinidad de alimentos elaborados.
Si, es cierto, me he de privar de comer pasteles, postres elaborados, cremas, helados y salsas (casi todas elaboradas a base de nata) aunque lo que más echo de menos es el queso (en cualquiera de sus variedades). Seguro que os está dando la impresión de que no puedo comer casi ninguno de los alimentos más habituales y que esto limita mucho mi variedad dietética. La solución está en leer los etiquetados de los productos elaborados y rechazar todos los que contengan leche o sus derivados, incluyendo la omnipresente lactosa y utilizar la imaginación para explorar nuevos alimentos y buscar sustitutos sabrosos y nutritivos.
En resumen, a cualquier persona con problemas respiratorios o de alergias le aconsejaría hacer la prueba y eliminar temporalmente los productos lácteos de su dieta, si funciona pues, adelante, que no, siempre puede volver a consumirlos sin ningún problema. Pensad que la leche y demás derivados lácteos no son necesarios en la dieta y tenemos formas de reemplazarlos por otros alimentos más saludables.