Algunos padres consideran que la vacunación es más peligrosa que la enfermedad y creen que se sentirían peor si su hijo resultase perjudicado por recibir la vacuna que por su decisión de no recibirla.

A pesar de todo, España cuenta con unas tasas de vacunación de la población infantil muy elevadas, que alcanzan en torno al 95 ciento y, en general, existe una conciencia muy desarrollada sobre el importante papel de las vacunas y su gran eficacia en la erradicación de enfermedades inmunoprevenibles.

Es sumamente importante concientizar a los padres sobre los beneficios de la vacunación y del valor de la vacunación de rutina. Los pediatras deben trasmitir a la familia la información objetiva sobre la seguridad de las vacunas aconsajedas, intentando crear un clima de confianza para hacerles ver el riesgo que corre su hijo si no se vacuna.

Si bien la vacunación ha reducido drásticamente la incidencia de las enfermedades incluidas en el calendario vacunal, algunas de ellas aún se dan en muchos lugares del mundo incluyendo paises tan avanzados como los Estados Unidos, donde se producen entre 60 y 100 casos de sarampión por año.

Las vacunas han contribuido a la Salud Mundial, más que cualquier otra acción de Salud Pública del Siglo XX, previniendo y hasta eliminando en algunos casos enfermedades que en alguna ocasión causaron millones de muertes anualmente.

En España, al igual que en otros países, existen grupos antivacunas aunque su implantación es significativamente menor que en los de cultura anglosajona. Los llamados grupos o movimientos antivacunas son personas organizadas que difunden el mensaje que las vacunas son negativas para la salud. Abogan por la no vacunación, despreciando la efectividad vacunal y magnificando los posibles efectos secundarios de las vacunas.

Los riesgos que implica el rechazo a esta estrategia preventiva son muchos e incluso, en algunos casos, pueden ser fatales o dejar secuelas permanentes. Así, por ejemplo, no estar vacunado de tétanos o meningitis y padecer la enfermedad comporta una alta mortalidad o la tosferina que durante los primeros meses de vida puede ser muy grave e incluso mortal.

Las vacunas han reducido sustancialmente, y en algunos casos han llegado a erradicar los riesgos de padecer enfermedades que anteriormente eran habituales en los niños. Cuando se alcanzan tasas de vacunación lo suficientemente altas, se produce inmunidad de rebaño para distintas enfermedades, que protege incluso a aquellos niños que no están vacunados lo que enfatiza el concepto del beneficio comunitario de las vacunas. La decisión de no vacunar a los niños terminaría con este beneficio.