La vacuna que vino del frío
Por: Vicente Segarra
Las también llamadas vacunas sensibles a la temperatura, existen ya para algunos virus. Una vacuna contra la gripe llamada FluMist, por ejemplo, consiste en un virus de la gripe debilitado que no puede crecer a 37˚C, la temperatura del interior de los pulmones, pero que se puede reproducir en la nariz y la garganta, que están ligeramente más frías. Y como lo hace, se desencadena una respuesta inmune protectora.
La cepa utilizada en FluMist fue creada haciendo crecer muchas generaciones del virus de la gripe con una progresiva disminución de la temperatura y dejándolo adaptarse. Para las bacterias patógenas, Francis Nano de la Universidad de Victoria en Canadá, utilizó una táctica diferente: puso su atención en los psicrófilos, bacterias amantes del frío de las regiones polares de la Tierra. Estos organismos tienen muchas enzimas que sólo pueden funcionar a temperaturas muy bajas, con el calor mueren.
Para probar este principio, Nano utilizó una bacteria llamada Francisella novicida, una prima inocua de una patógena de los humanos llamada F. tularensis. (Esta última está en lo alto de la lista de armas biológicas potenciales debido a que causa malestar y fiebre incapacitantes y sería fácil de diseminar). El equipo intercambió nueve, uno cada vez, de los llamados genes esenciales (implicados, por ejemplo, en la reparación del ADN o en la división celular) en F. novicida por sus homólogos de bacterias del Ártico, como Colwellia psychrerythraea, un microbio marino que vive en aguas polares y en el hielo. Francisella normalmente muere a los 45˚C, la introducción de los genes amantes del frío bajó ese umbral hasta en 12˚C, en función de los genes y las especies donantes.
Cuando los investigadores inyectaron estas cepas alteradas en las colas relativamente frías de las ratas, encontraron que los microbios se reproducían localmente pero no se extendieron hacia el bazo y los pulmones que están más calientes, donde normalmente también se replican. La clave es si las cepas podrían actuar como vacunas. F. novicida es letal para los ratones, pero cuando los investigadores inyectaron las cepas sensibles a la temperatura, los animales no enfermaron y quedaron protegidos de una dosis fatal de F. novicida inalterada que se les administró 3 semanas más tarde.
Nano (que ha patentado el método y cedido los derechos a su universidad), dice que está particularmente interesado en el desarrollo de una vacuna para la tuberculosis, que mata a más de un millón de personas al año y para la que hay una vacuna muy antigua e imperfecta. Como parte del estudio, los investigadores mostraron que podían hacer Mycobacterium smegmatis (una sustituta de M. tuberculosis para la investigación) sensible a la temperatura, pero no probaron su potencial como vacuna. El equipo publicó sus resultados el 12 de julio en Proceedings of the National Academy of Sciences.
“Es un enfoque único y muy innovador”, dice Michael Brennan, asesor principal de asuntos globales en Aeras Global TB Vaccine Foundation en Rockville, Maryland. Pero al método le queda todavía mucho camino por recorrer, advierte. Debido a que estas vacunas están vivas, la seguridad será un tema crucial, dice Brennan. Los investigadores tendrán que demostrar que es imposible para los microbios perder su sensibilidad a la temperatura y causar la enfermedad.
El método podría tener también otros usos, apunta Nano. En este momento, la investigación de muchas bacterias patógenas “es como trabajar en el transbordador espacial”, debido a las estrictas medidas de confinamiento que impiden que se infecten los investigadores. La creación de cepas de bacterias inofensivas que sean idénticas excepto en la temperatura máxima que pueden soportar podría hacer tales estudios mucho más fáciles.
Autor: Martin Enserink
Fecha Original: 12 de julio de 2010
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