A buen seguro algunos fumadores dejarán el hábito a partir del 2 de enero, pero también es posible una mayoría continúe fumando, aunque tenga que ser en la calle. Lo demuestra la experiencia de la actual normativa, que estos días cumplirá cinco años y que se hará más restrictiva con la modificación aprobada este mes por el Gobierno.

Aunque la ley vigente es más laxa que la que la nueva, su entrada en vigor ya supuso en su momento un cierto cambio en el hábito tabáquico, aunque quizá no tan drástico como el que se esperaba.

Esta nueva acción reguladora llega precedida por el Decreto de medidas anticrisis aprobado a principios de mes, en el que se incluía la subida de los impuestos al tabaco en todas sus variantes. Esto provocó una subida general del tabaco y en especial de los más baratos, como es el caso de la picadura de liar, la subida media fue de entre 25 y 30 céntimos por paquete.



Así el Gobierno refuerza la nueva normativa e intenta disuadir a los fumadores de cara al 2 de enero. Los más afectados por la subida del precio del tabaco serán los jóvenes y los fumadores con menos ingresos.

El tabaco de liar, junto al de pipa, se habían convertido en el clavo ardiendo al que agarrarse para una buena parte de fumadores que deseaban bajar el consumo sin verse obligados a dejarlo totalmente y, de paso, ahorrarse unos euros.

El hecho de que fumar salga más caro parece la medida más eficaz en contra del tabaquismo, más aún si se atiende a la repercusión de la legislación aún vigente. Las restricciones no minan tanto a los fumadores como el trance de tener que rascarse el bolsillo.