El peligro de las dietas yoyo
La coordinadora del Grupo de Trabajo de Obesidad de la SEEN, Susana Monereo, explica que “se trata de dietas no equilibradas que, además de tener un efecto yoyó por el que en un breve periodo de tiempo se recupera el peso corporal por encima del peso inicial, pueden causar problemas sobre el metabolismo y la función renal, ocasionan deficiencias vitamínicas o caída del cabello, entre otros efectos nocivos”.
Todos los veranos aparecen nuevas dietas que prometen adelgazar rápido y de forma rápida, como la dieta del grupo sanguíneo, del sirope de arce, de la sopa quemagrasa, del potito de bebé, la dieta Dukan o la Atkins, la dieta del helado o la del batido.
El presidente de la SEEN, Tomás Lucas, explica que “una dieta hipocalórica y monótona va a crear en el organismo una sensación constante de falta de energía, lo que llevará a almacenar reservas en cuanto la dieta vuelva a una cierta normalidad”. Considera que todas ellas inducen déficits nutricionales severos, pérdida de agua y de masa muscular que pueden tener consecuencias negativas importantes a corto y largo plazo sobre la salud.
Los principales síntomas de una dieta errónea son adelgazar dos o más kilos a la semana, sensación de pérdida de volumen, tono y fuerza en los músculos, cansancio, irritabilidad y necesidad de comer compulsivamente o dificultades para conciliar el sueño.
Estos expertos creen que se debe concienciar a la población de la importancia de tener un peso normal, pero hay que tener en cuenta la recuperación del peso perdido tras una dieta de adelgazamiento, un fenómeno habitual que repercute muy negativamente sobre la salud y al que, con frecuencia, no se da importancia.
Se estima que la obesidad afecta a 150 millones de adultos y 15 millones de niños en Europa, es decir, al 20% de la población adulta y al 10% de la población infantil. Tomás Lucas afirma que “se trata de un problema de salud pública de primer orden, que se asocia a una gran comorbilidad y coste sociosanitario y que favorece la aparición de muchas enfermedades”.
El balance energético que regula el peso corporal reduce o aumenta el gasto energético, dependiendo de la ingesta, pero con una clara tendencia al ahorro de energía; de forma que si se aumenta la ingesta, se incrementa levemente el gasto, mientras que si se reduce la ingesta, la reducción del gasto es mucho mayor.
En definitiva, debe considerarse una irresponsabilidad inducir o aconsejar la pérdida de peso cuando ésta no es necesaria o cuando no se reeduca al paciente de forma que pueda mantener el peso perdido. Susana Monereo concluye que “solo se debe perder el peso que uno vaya a ser capaz de mantener en función de los cambios que sea capaz de realizar en su estilo de vida”.
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